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ARTÍCULO DE OPINIÓNARQ. CLAUDIO FRAGA, Responsable del Área de Arquitectura de Kraftwelt.



Recuerdo que cuando era estudiante, durante una de las tantas charlas que solíamos tener en clase, nuestro profesor de Arquitectura – Arq. Jorge Maceratesi –nos preguntó cómo viajábamos de casa a la facultad y cuánto tiempo nos tomaba llegar (en esa época, muchos viajábamos en tren, otros en colectivo y algunos pocos en auto). De a uno fuimos respondiendo, y luego de escucharnos con atención, nos dijo reflexivamente: -“Aprovechen ese tiempo de viaje en observar la ciudad, sus edificios, sus fachadas, sus encuentros, las ochavas y las diferentes conjunciones volumétricas que los encuentros de diferentes  arquitecturas proponen.”

Si bien pasaron ya muchos años de esa charla, queda la huella en mi memoria de ese interesante ejercicio, ver una Buenos Aires con sus fachadas y medianeras de contundentes  planos conjugando volumetrías caóticas y diversas promoviendo en nuestra imaginación la aparición de la “cuarta dimensión” al mejor estilo del movimiento Cubista.



Hoy la ciudad no presenta el mismo atractivo que hace 40 años atrás:  ese juego dinámico de planos han cambiado, las fachadas se cierran…se hacen opacas, el fluido límite de la línea municipal alternando diferentes retiros de frente con interesantes articulaciones se ha reemplazado por muros y rejas que, conjuntamente con las medianeras, conforman lo que llamo la «Casa Búnker».



Seguramente a la «Casa Búnker» la proyecta la necesidad de un contexto en una ciudad menos amable, con muy poco vínculo con sus espacios públicos, donde la fachada ya no es más la presentación en sociedad de la familia que la habita: la reja baja, el retiro -ese espacio de transición decorado con plantas, duendes y cisnes de cerámica- el cual proponía la articulación entre lo público y lo privado al igual que el zaguán de la típica casa chorizo, siempre abierto dispuesto a proponer ese diálogo.



Con pena veo que esos espacios simbólicos de la arquitectura de nuestros barrios, en todas sus variantes y calidades, han ido desapareciendo y el nuevo código de edificación, en su última versión, le ha dado la extremaunción.

La «Casa Búnker» se debate en la búsqueda de sus propios espacios interiores, no solo se limita tajante hacia el frente sino también hacia el pulmón interno de manzana. La seguridad se convirtió en una necesidad y al mismo tiempo en un símbolo paradigmático donde lo más alto y lo más cerrado es más seguro, queriendo transmitir con contundencia: “Aquí no entrarás!”



La necesidad de seguridad en una ciudad menos amigable desarrolló eficientemente la presencia y contundencia del  límite: medianeras sin ventanas se ensamblan con los frentes y contrafrentes murarios, el sol penetra únicamente por patios internos o expansiones enrejadas como haces de luces que se filtran en cuadrículas o en rayas…



El bunker propone confort, sensación de seguridad, interioridad y control.


La quinta fachada planteada por Le Corbusier en sus cinco postulados de la arquitectura y reconocida en nuestro contexto como terraza, se proyecta bien alta y lejos del alcance de un audaz “caco trepador”.

Con suerte permita la posibilidad de un área verde al aire libre, controlada y sin rejas (siempre y cuando se poden los lindos plátanos de la vereda que en búsqueda de luz crecen hacia arriba, convirtiéndose en ideales escaleras naturales para el caco oportunista).

Hoy, los arquitectos, al diseñar una vivienda urbana consideramos la seguridad como una premisa fundamental, nos debatimos en proyectar espacios interiores y exteriores habitables controlados y seguros.

Conformamos arquitectura de espacios protegidos, donde las expansiones o vacíos en contacto con el exterior se proponen con pieles de control que ofrezcan seguridad. Bajo estas necesidades surge la «Casa Búnker», como una nueva versión tipológica de vivienda urbana.

Seguramente, si hoy Le Corbusier reviera los 5 postulados de la arquitectura moderna sumaría a la seguridad como uno de ellos…

Arq. Claudio Fraga