AUTOR – ARQ. CLAUDIO FRAGA
El vacío y la armonía con la naturaleza
Las imágenes de la inundación ocurrida en Bahía Blanca en marzo pasado fueron impactantes. Intenté observarlas despojándome de la tristeza que me generó ver tanto dolor y desprotección.
Discutir el cambio climático es como debatir si la Tierra es plana. Paradójicamente, hay quienes insisten en discutir ambas cuestiones.
Al ver las imágenes, observé cómo torrentes de agua, con una fuerza implacable, arrasaban los espacios urbanos de la ciudad, chocando contra todo lo construido. Me hizo reflexionar sobre nuestra profesión: estamos preparados para construir, completar, llenar y densificar. Sin embargo, ¿qué pasa con esos espacios que, por su origen y naturaleza, deberían permanecer vacíos? Con demasiada frecuencia, ocupamos y codificamos estos terrenos sin una evaluación y análisis adecuados, interpretando de manera limitada nuestro entorno natural.
Después de tantos años de docencia y ejercicio profesional, me cuestioné cómo nuestras coordenadas de diseño siempre han partido del llenar, del completar y del construir, bajo programas de necesidades que suelen traducirse en metros cuadrados vendibles y aprovechables. En definitiva, producimos objetos, formas y conjuntos que llenan y completan, mientras que el espacio vacío, en la mayoría de los casos, responde solo a obligaciones de código y no a interpretaciones vinculadas con la naturaleza y sus ciclos.
Entonces, ¿qué sucedería si nuestras propuestas arquitectónicas y desarrollos urbanos partieran de una profunda interpretación de los vacíos en lugar de los llenos? Si respetáramos la topografía, los ciclos climáticos, los vientos, el movimiento del sol, los cauces acuíferos, el ecosistema, las áreas libres y los humedales de absorción.

Esquemas que muestran la destrucción de la Barranca de San Isidro y la lenta recuperación de su biodiversidad con el paso de los años.
Sin trazar una sola línea sobre el papel, el propio ambiente natural podría zonificar lo que debe ser construido y lo que debe permanecer libre. Así, la porción edificable se definiría sin interferencias, permitiendo una convivencia armónica entre la arquitectura y el contexto natural.
La interpretación del vacío, con todas sus implicancias, es más importante que cualquier propuesta arquitectónica construida.
Quizás, entender la arquitectura desde el análisis previo del vacío sea el desafío que nos imponga el cambio climático.
Tal vez la hoja en blanco, antes del primer trazo de tinta que origine una idea, sea la verdadera pista.
Arq. Claudio Fraga